Por: José
Domingo Dupuy
Se ha dado por llamar a los
fabricantes de instrumentos de cuerdas, luthier, un término bastante académico que
se ha difundido últimamente. Para los españoles, buscando exaltar el idioma y
dándole la protección debida, le llaman: guitarrero. Pero lo verdadero del
oficio, es la práctica, la manera de trabajar la guitarra, o en nuestro caso el
cuatro, ese tratamiento casi místico de labrar la madera, de darle la forma
debida para que su sonido y su aspecto físico, vayan parejo al arte musical. Ramón
Mercedes Falcón es oficiante de este antiguo arte de hacer cuatros, me refiero
al instrumento nacional, porque la guitarra de cuatro órdenes que en el país se
sembró hace más de 450 años, era la misma que se ejecutaba en Europa para la
época de la llegada de los conquistadores a América, y ella no gozaba,
precisamente de una fama irreprochable ya que siempre en ese tiempo no aparecía
en un marco muy decoroso. En la época del Renacimiento algunos compositores
consideraban la guitarra como un instrumento tosco y grosero, pero el mismo
Fray Juan Bermudo quien hablara mal de ella en su versión popular, expresaba
que el músico de guitarra se hace merecedor de alabanzas por la dificultad de
componer obras polifónicas para un instrumento de sólo cuatro órdenes. Ramón
Mercedes, allá en la sierra falconiana, ha sabido interpretar sabiamente la
cultura del cuatro venezolano –heredero de esa guitarra renacentista de la que
hablamos- con la mística y habilidad del buen guitarrero. Le ha puesto a la
construcción del cuatro el toque primigenio de levantarlo con la habilidad y
humanidad de su oficio, es decir lo construye con un toque personal que se
refleja en su sonido y diseño. A Ramón Mercedes Falcón lo conocí hace mucho
tiempo sin que él se percatara de mi interés por el cuatro. En una oportunidad
lo visité en su casa y le encomendé la construcción de dos cuatros que todavía
conozco el paradero de ellos, protegidos por dos personas que sé, lo custodian
con mucho celo. Y a la vuelta de más de 25 años, volví a encontrarme con él a
través de una comunicación a distancia para pedirle me construyera un cuatro con
Palisandro de la India, madera noble y exquisita de fino sonido musical,
entonces las manos de Ramón Mercedes le dieron a la madera el tratamiento fiel
y cuidadoso que se merece la Dalbergia de los bosques de Madagascar. En poco
tiempo recibí el cuatro encomendado, elegante, con la vestimenta sobria que
debe tener la corteza de un árbol milenario, tocado su duramen con el escoplo
de un maestro y la pulcritud del buen oficiante de guitarrero; tomé posesión
del instrumento una tarde de diciembre en este Coro castizo, donde en algún
momento de su días coloniales, también aquí llegó la guitarrilla europea de
cuatro órdenes, autorizada por Real Cédula para entrar en América por los Reyes
Católicos un 15 de junio de 1497, en el mes cuando la canícula en el Caribe pauta
el calor reverberante en las calles corianas. Es así, que complacido con el
arte del luthier Ramón Mercedes Falcón, la obra reposa en mis aposentos
familiares en un lugar de honor.
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